viernes, 16 de mayo de 2008

Las mejores escenas de la historia del cine (1)


Aprovechando que aún queda bastante tiempo hasta la llegada de los exámenes de Junio, he decidido escribir la primera de una pequeña serie de entradas destinadas a recoger los mejores momentos de la historia del séptimo arte, aunque siendo sinceros, es prácticamente imposible recogerlos todos en unas cuantas publicaciones. Cada entrada constará de un vídeo que recoga dicha escena, así como de un pequeño comentario acerca de la misma.

La película que he creido conveniente incluir en este post, se trata de una cinta bien conocida por todos aquellos amantes del buen cine, así como una de mis películas favoritas: "Barry Lyndon", espectacular obra maestra de ese gran realizador neoyorkino llamado Stanley Kubrick, director de algunas de las mejores y más innovadoras películas de la historia del cine. Para esta ocasión, he decido incluir la que para mi es la mejor escena de esta gran película: el momento en el que el pequeño hijo de Redmond Barry (ya convertido en Barry Lyndon e interpretado por Ryan O´neal) y de Lady Lyndon (interpretada por Marisa Berenson), sufre un terrible accidente al intentar subirse a lomos de un caballo, el cual le dejará postrado en una cama provocando su inevitable muerte.

Resulta francamente increible la maestría con la que Stanley Kubrick nos muestra los acontecimientos que acaban desembocando en la trágica muerte del pequeño Bryan Lyndon, acontecimiento que, tal y como podemos ver, sumirá a sus padres en una profunda depresión de la que ambos (especialmente su padre), dificilmente saldrán. La escena en la que el niño permanece tumbado en su pequeña cama con la cabeza vendada, rodedado por su madre y por su padre, y pidiendo a este que le cuente de nuevo la historia en la que el y otros tantos soldados británicos asaltaron un fuerte defendido por los franceses durante la Guerra de los siete años, se trata posiblemente de una de las escenas más dramáticas que jamas he visto en la gran pantalla. La impotencia que los dos padres muestran al no poder ayudar a su hijo (todo un símbolo de la más profunda inocencia), se evidencia en la más que sincera interpretación que Ryan O´neal y Marisa Berenson realizan en esta escena. La utilización de los planos fijos, la impecable fotografía de John Alcott, y la desgarradora música de Georg Friedrich Händel, contribuyen a completar el dramatismo de esta trágica, pero inmortal secuencia.

1 comentario:

BUDOKAN dijo...

Gran escena en una película que tiene varias dentro. Una fotografía magistral que acompaña esos grandes momentos. Saludos!