sábado, 31 de mayo de 2008

"Misterioso asesinato en Manhattan", de Woody Allen (1993)

Excelente y divertidísima comedia del gran Woody Allen, la cual recuperó el espíritu característico de las películas del director de la década de los setenta

Si a lo largo de la historia del cine ha habido un director que realmente ha sabido transmitirnos la esencia de los complejos y diversos elementos que caracterizan a las relaciones sentimentales entre humanos, dotando a cada uno de los cónyuges de originales (y en algunos casos extravagantes) particularidades, y situando todos estos elementos en un mismo contexto urbano común a casi todas las películas del director, el cual se sirve de dicho contexto para poder desarrollar las diferentes historias propuestas en sus originales guiones, ese ha sido sin duda alguna Woody Allen, uno de los realizadores más influyentes, icónicos y especialmente originales de la historia del cine.

Nacido como Allan Stewart Konigsberg en el neoyorkino barrio del Bronx, en 1935, Woody Allen se ha confirmado con el paso de los años como uno de los realizadores cinematográficos más exitosos y destacados del pasado siglo, con una carrera a sus espaldas que viene desarrollándose desde los años 50, época en la que ya comenzó sus primeras andaduras en el mundo del cine escribiendo guiones e interpretando pequeños papeles en películas igual de pequeñas y secundarias, además de destacarse por ser un gran humorista y comediante, actuando en varios clubs y salas del barrio residencial del Greenwich Village, en la ciudad de Nueva York (emplazamiento en el que el director ha situado la mayor parte de sus películas, especialmente en el barrio de Manhattan).

No sería hasta 1969 cuando el gran director neoyorkino dirigió su primera película, “Coge el dinero y corre”, un pseudo documental filmado en clave de comedia que recogía la vida de Virgil Starkwell, un delincuente y atracador de poca monta interpretado por el propio Woody Allen (quién también escribiría el guión de la película), y siendo esta producida por Charles H. Joffe, colaborador habitual en los films del director.

Esta cinta, junto con las siguientes películas de Allen (especialmente “El Dormilón” y “Bananas”), confirmaron al realizador como uno de los cineastas más innovadores del momento, dando además forma a un nuevo estilo de comedia completamente nuevo que acabaría por caracterizar a la mayor parte de las películas del director, el cual nos ofrecía una lista casi interminable de ingeniosas comedias de adultos en las que se debatían temas tan diversos como la sexualidad, la psicología, la filosofía o la identidad humana, estando todo ello aderezado por la presencia constante del perfil urbano de Nueva York, ciudad natal de Woody Allen a la que el director profesa un amor indescriptible y hermoso, algo que puede ser perfectamente apreciado en sus películas.

Ejemplos de esto lo componen dos de las mejores y más famosas cintas del director: “Annie Hall”, película con la que Woody Allen se consagraría en el mundillo de Hollywood y que le reportaría dos premios Oscar (uno al Mejor Director y otro al Mejor Guión Original, compartido con el también guionista Marshall Brickman), y la exquisita “Manhattan”, toda una obra maestra del Séptimo Arte filmada en blanco y negro y que constituye en sí misma un homenaje a la ciudad de Nueva York (aunque casi todas las películas de Allen lo son).

La película que he escogido para este comentario, a pesar de no tratarse de la obra más celebrada de Woody Allen ni de alcanzar el nivel de sofisticación logrado por pretéritas obras del director, si que es cierto que constituye uno de los mejores ejemplos de lo que el cine de Allen es y significa, conteniendo casi todos los tópicos habituales del director y pudiendo ser considerada como una quintaesencia dentro de la filmografía de Woody Allen, al menos en algunos aspectos concretos. La película a la que me estoy refiriendo no es otra que “Misterioso asesinato en Manhattan”, una ingeniosa comedia estrenada en 1993 que cuenta con la participación y la colaboración de personajes habituales en el cine de Allen, tanto a nivel artístico como a nivel técnico, y de los que hablaremos a continuación.

Larry Lipton (Woody Allen) es un editor neoyorkino algo excéntrico y bastante neurótico que vive afincado en el Upper East Side de Manhattan junto con su mujer Carol (Diane Keaton), una antigua agente publicitaria con aspiraciones a restauradora que siente una gran pasión por la ópera y el teatro, al mismo tiempo que su marido centra sus gustos en asistir al Madison Square Garden para poder observar algún partido de Hockey o de baloncesto de cuando en cuando. Es precisamente tras volver a casa después de asistir a uno de estos partidos cuando la pareja entabla conversación por vez primera con sus vecinos, una anciana pareja formada por Paul (Jerry Adler) y Lillian House (Lynn Cohen), los cuales se muestran muy felices y contentos debido a que su vigésimo octavo aniversario se encuentra próximo. Tras pasar una pequeña velada junto a sus vecinos, la pareja regresa a su casa para descubrir al día siguiente por la noche que Lillian House, la vecina a la que acaban de conocer hace apenas un día, ha fallecido en su domicilio a causa de un fulminante ataque al corazón, dejando tanto a la pareja como a todo el vecindario sumidos en la consternación por lo sucedido. A pesar de que todos los indicios evidencian que la señora House ha fallecido por causas naturales, Carol Lipton comenzará a sospechar de su vecino Paul creyendo que este ha asesinado a su mujer con algún oscuro propósito, idea que no hará otra cosa que crecer en su mente tras encontrar una serie de pruebas que, desde su punto de vista, parecen incriminar a su vecino. A pesar de la oposición inicial de Larry, la pareja comenzará a investigar las causas del supuesto asesinato de la señora House a manos de su marido, contando para ello con la ayuda de dos viejos amigos de la pareja, Ted (Alan Alda), un antiguo escritor amigo de Carol, y Marcia Fox (Anjelica Houston), una polifacética escritora enormemente admirada por Larry.


"Misterioso Asesinato en Manhattan" constituye un película única dentro de la filmografía de Woody Allen, ya que a pesar de repetir en más de un sentido los tópicos a los que el director neoyorkino nos tiene acostumbrados, la cinta está dotada de una serie de elementos particulares que la hacen realmente especial, como una utilización más amplia y más inteligente de la comedia negra, una mayor compenetración entre los personajes principales, así como el revivir del espíritu que distinguió al cine de Allen durante la mitad de los años setenta, buena parte del cual se perdió en la filmografía de este durante los ochenta.

Los hechos que Woody Allen nos narra en esta película suponen la puesta en escena de un proyecto que el director tenía en mente desde finales de los años setenta, una época en la que las comedias más directas y con mayor contenido psicológico y sexual ocupaban la mayor parte del trabajo del director (con la excepción de la excelente cinta dramática “Interiores”), razón por la que Misterioso asesinato en Manhattan tuvo que ser pospuesta hasta la década de los noventa, momento en el que el guionista Marshall Brickman (Annie Hall) se reunió con Allen para poder dar vida al guión de la película y comenzar definitivamente la filmación.

La caracterización de los personajes que Woody Allen y Marshall Brickman logran transmitir con el guión de esta película (su primera colaboración en años), resulta francamente genial, por no hablar de las actuaciones que Diane Keaton, Alan Alda, Anjelica Houston y el propio Allen realizan en este film, siendo todas ellas realmente excelentes. Diane Keaton y Woody Allen interpretan a la perfección al típico matrimonio de mediana edad y perteneciente a una clase media-alta que puede ser considerado como la continuación de la pareja interpretada por estos mismos actores en Annie Hall, casi veinte años antes de la realización de esta película y bajo los nombres de Alvy Singer y de Annie. Allen por su parte sabe interpretar a la perfección al prototipo masculino de sus películas, neurótico, excéntrico y en algunas ocasiones frustrado sexualmente, mientras que Houston, Alda y Keaton resultan formidables como de costumbre.

La fotografía de Carlo Di Palma (colaborador habitual de Michelangelo Antonini), y la filmación de algunas escenas (en especial la escena final de la película realizada tras la pantalla de proyección de un cine), resultan muy destacables dentro de esta pequeña, pero divertidísima película.

Estos elementos, unidos a otros como la banda sonora (temas de Jazz, como suele ser típico en las películas de Allen), los geniales diálogos y frases míticas (fue en esta película donde surgió la famosa expresión de “no puedo escuchar tanto Wagner, me entran ganas de invadir Polonia”), y la representación tan hermosa que el director siempre nos hace de su querida ciudad de Nueva York, utilizándola como un telón de fondo más que perfecto, hacen de esta película una cinta altamente recomendable.

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