Si prestamos atención a algunos de los muchos dichos, consejos, ideas y supersticiones que desde tiempos casi inmemoriales han surgido desde lo más profundo de algunos de los rincones más oscuros y desconocidos de ese gigante de la producción cinematográfica que es Hollywood, podemos llegar a encontrar algunas de las expresiones más curiosas y extravagantes de cuantas pueden observarse en el complejo mundo del lenguaje cinematográfico en todos sus niveles, pudiendo señalar algunas citas realmente memorables.
Muchos han sido los artistas, técnicos de sonido e imagen, directores, diseñadores de vestuario y compositores de bandas sonoras los que, valiéndose de una dilatada experiencia obtenida tras varias décadas de trabajo en la industria del cine, han llegado a concebir algunas de estas expresiones casi míticas acerca de la compleja labor que supone el séptimo arte, tratándose muchas de ellas de consejos y afirmaciones formuladas sobre lo que se debe y lo que no se debe hacer a la hora de realizar una película, sea del género que sea.
Algunos de estos viejos proverbios suponen toda una lección sobre el mundo de la realización cinematográfica, advirtiendo a los directores y a los artistas noveles acerca de los peligros que puede entrañar el volcarse precipitadamente en un estudio de cine sin contar aún con la preparación técnica necesaria, un consejo que puede ser aplicado a cualquier persona que trabaje en este fascinante mundo, desde los actores, pasando por los directores de fotografía y los técnicos de montaje, hasta llegar a los directores. Nadie se salva de prestar atención a este tipo de consejos.
Pero si nos sumergimos un poco más en este aparente mar de sabiduría y experiencia, podemos darnos cuenta de cómo se produce también la filtración de algunas antiguas máximas del oficio que, en algunos casos, llegan a resultar verdaderos fiascos y formulaciones completamente erróneas acerca del mundo del cine, demostrando una vez más que nada está escrito y que siempre habrá una puerta abierta a nuevas ideas y a nuevas expresiones audiovisuales, algunas de las cuales nos han dado verdaderas obras maestras del cine.
Un viejo proverbio que ejemplifica a la perfección esta última tesis reza lo siguiente: “No trabajar nunca con niños o animales”……Es en estos momentos cuando se que alguno de vosotros, queridos lectores, se encuentra subido por las paredes o tirándose obstinadamente de los pelos por compartir la misma opinión que destila esta pequeña frase en cursiva, lo cual es completamente loable, ya que por desgracia, el cine de los últimos veinte años nos ha obsequiado con una larga lista de películas que, enfocando la historia desde un punto de vista casi exclusivamente infantil y dirigido al público más pequeño, han inundado nuestras pantallas con títulos tales como “Liberad a Willy”, “Mi gran amigo Joe” o “Lago Ness”, películas que a pesar de resultar simpáticas y entretenidas (sin olvidar por supuesto al grupo de edad al que normalmente van dirigidas), no consiguen alcanzar la categoría de grandes producciones o de pequeñas grandes películas, algo que ha hecho que el viejo proverbio haya calado muy profundamente entre el público en general.
Pero es en esta entrada en la que me gustaría llamar la atención sobre el hecho de que la expresión “No trabajar nunca con niños o animales” no siempre se cumple, especialmente si nos fijamos en el cine que cuenta con niños entre las filas de sus principales protagonistas. En este sentido, existe una maravillosa película que si bien es cierto no se suele contar entre las cintas más conocidas de su autor, se trata sin lugar a dudas de una de sus películas más celebradas y logradas, y a nivel personal de una de mis películas favoritas de su director. La cinta a la que me estoy refiriendo se trata de El Imperio del Sol, una épica y maravillosa producción dirigida por Steven Spielberg en 1987 y que tenía como principal protagonista al por aquel entonces desconocido Christian Bale, el cual contaba con tan solo 13 años en el momento de la filmación de esta película, la cual vamos a comentar a continuación.
La cinta nos narra la odisea de Jamie Graham (Christian Bale) un niño perteneciente a la clase alta británica que vive con sus padres en el Asentamiento Internacional de la ciudad de Shangai durante los días previos a la ocupación japonesa de la ciudad, a finales de 1941. A pesar de encontrarse a miles de kilómetros de su hogar, tanto Jaime como sus padres hacen la vida normal que se supone típica de los británicos coloniales: la familia vive en una espectacular casa que parece sacada de la campiña inglesa, Jaime asiste diariamente a sus lecciones de canto junto con sus compañeros de coro, mientras que su padre juega al golf en el jardín y asiste a reuniones de la población británica local en las que se habla de negocios o del curso de la guerra en Europa, donde los ejércitos del Tercer Reich han invadido y ocupado casi toda Europa adentrándose ahora en los inmensos territorios de la Unión Soviética. A pesar de la relativa calma que Jamie y su familia disfrutan en la zona no ocupada de Shangai, los ecos de la guerra se hacen sonar por todas partes: ya hace más de cuatro años que la Segunda Guerra Chino-Japonesa se encuentra oficialmente en marcha y es solo cuestión de tiempo que los japoneses lancen su ataque definitivo contra las colonias europeas asentadas en China y en el Sudeste Asiático.
Finalmente, el 8 de diciembre de 1941 (un día después del ataque aéreo a la base naval de Pearl Harbour), los japoneses dan luz verde a la conquista del Asía y del Pacífico, atacando el Asentamiento Internacional de Shangai con la marina y el ejército de tierra. En la ciudad, la situación es caótica. Miles de personas intentan huir ante la inminente llegada de los japoneses mientras que los colonos europeos tratan desesperadamente de abandonar la ciudad o de dirigirse a las principales embajadas. Entre ellos se encuentran Jamie y su familia, los cuales se ven obligados a abandonar su coche y a huir a pié ante la marea de gente que inunda las calles. Durante la huida, Jamie se separa de sus padres inesperadamente tras un intento de recuperar un pequeño avión de juguete que se le cae al suelo, dando comienzo a la odisea de su vida.
El Imperio del Sol constituye, sin duda alguna, una de las obras cumbres de la carrera de Steven Spielberg, la cual, a pesar de verse ensombrecida por otras películas de su director como “La Lista de Schindler”, “Tiburón”, “E.T. El Extraterrestre” o “Salvar al Soldado Ryan”, sigue constituyendo hoy en día toda una obra maestra y una de las cintas más personales de Spielberg, la cual se centra en tratar un drama humano como es el de la guerra y el de la pérdida y separación entre los seres queridos pero sin caer en los tópicos habituales del género, dejando por supuesto un momento para dejar caer una lágrima, pero para nada gratuito.
A nivel artístico, la actuación del jovencísimo Christian Bale resulta completamente formidable, pudiendo observar perfectamente en su caracterización del personaje de Jim el cambio brusco que el protagonista sufre en su paso de la niñez a la adolescencia y la madurez, todo ello acontecido en un entorno notoriamente hostil y difícil como es el de la vida en un campo de concentración. Por su lado, la interpretación de John Malkovich constituye uno de los puntos de inflexión de la película, sirviendo como nexo de unión entre Jim y algunos de los demás personajes de la película y dotando a su papel de ese hálito de misterio y de excentricidad que suele caracterizar al actor. La cinta también cuenta con la participación de Miranda Richardson y de Nigel Havers, los cuales interpretan a una compañera de cautiverio de Jim y al médico de la población residente respectivamente, los cuales también influirán notablemente en el comportamiento de Jim y en el cambio brusco que sufre respecto a sus ideales y a su forma de ver la vida como consecuencia de la terrible experiencia personal que vive durante todos sus años de cautiverio. Por otro lado, y a nivel técnico, la acostumbrada presencia de John Williams en sus labores de compositor en el cine de Spielberg, así como de Michael Kahn en el montaje y de Allen Daviau en la fotografía (esta fue una de sus últimas colaboraciones con el director), resulta como siempre excelentes, en especial la fotografía, que dota a la película de una iluminación y de una utilización del entorno del campo realmente buenas.
La película (se que encuentra basada en la novela homónima de J. G. Ballard publicada en 1984 y basada en parte de sus propias experiencias de juventud), nos presenta el drama vivido por Jim desde una perspectiva muy aceptable que no ofrece concesiones al llanto fácil y que trata de ofrecernos la historia desde un guión muy bien elaborado por Tom Stoppard, dando como resultado una película realmente emocionante en todos los sentidos, pero sin caer en apenas ningún tópico o recurso demasiado utilizado en el cine.
Sin más dilación, os dejo con una pequeña escena de la película que recoge el momento en el que la aviación norteamericana bombardea las instalaciones del campo de concentración, originando el espectacular encuentro que Jim tendrá con el piloto de un caza Mustang P-51, una escena que para mi gusto representa todo lo que Steven Spielberg nos quiere mostrar en este maravilloso film, una película altamente recomendable y una de las grandes joyas de los últimos veinticinco años. Disfrutadlo.